colombiainedita

Monday, April 16, 2007

Abril 16 de 2007 -
Por temor a combates entre Armada y Farc, campesinos de El Charco no quieren volver a sus hogares
1.400 familias de ese municipio de Nariño se han desplazado en menos de un mes. Viven solo de lo que les pueden dar. EL TIEMPO llegó a la zona.


En las paredes del jardín infantil El Charco, un Bob Esponja desteñido y un Garfield famélico son testigos de una inagotable fila de mujeres que durante el día hacen guardia hasta que alguien se asome por uno de los salones para que les den la primera y, en ocasiones, la única comida del día: galletas, arroz y fríjol.

Mientras que esto sucede, decenas de niños barrigones corretean desnudos por entre las piolas que cuelgan la ropa mojada; otros se tropiezan con ollas de aluminio y colchonetas que están regadas por el piso de los salones, donde hasta seis familias forman un tapete humano en el piso.

Cuando llega la comida, las remesas son saqueadas por las manos de los pequeños. En pocos minutos, las cajas terminan desocupadas en la basura o en las cabezas de los niños, con lo que pueden jugar el resto del día.

Desde el pasado 22 de marzo, cuando más de 200 hombres de la Infantería de Marina y sus 'pirañas' (lanchas militares) comenzaron su operación por el río Tapaje, unas 1.400 familias (7.200 personas, cifra superior al número de habitantes en la zona urbana) han llegado con el rugido de los motores de las lanchas, huyéndole a la guerra.

A finales de marzo, la tropa decidió enfrentar, a sangre y fuego, a los guerrilleros del frente 29 de las Farc que ocupan este territorio y donde la Fuerza Pública había pasado por aire, pero nunca por el río ni menos con la intención de quedarse. La guerra se ha concentrado por las veredas a orillas del río Tapaje, por donde se transportan toneladas de coca hacia el Pacífico. Por eso, la mayoría de los desarraigados son raspachines.

El desplazamiento ha continuado. En días pasados se había registrado el retorno de unas 500 familias, sin embargo, gran parte de ellas se devolvieron porque todavía sienten miedo. "Ellos dicen que no vuelven mientras haya Armada y guerrilla", dice Víctor Candelo, alcalde de El Charco.

Solo el pasado viernes, cuando hubo un consejo de seguridad en el municipio, se decidió hacer un comité de verificación, con el fin de saber en qué estado están las veredas, ante las denuncias de los pobladores de que tanto escuelas como viviendas están destruidas.

Así mismo, la comunidad dice que la guerrilla mina casas y la Fuerza Pública maltrata a la población, denuncias que han sido conocidas por la justicia militar, según el coronel Héctor Pachón, comandante de la Brigada Fluvial II, quien dirige las operaciones.

'Yo misma arranco las matas'

Las mujeres y sus niños pasan horas caminando por las calles de El Charco con la incertidumbre del regreso a sus ranchos. Algunas se agolpan durante horas frente al Banco Agrario para recibir algún dinero que otorga el programa Familias en Acción.

"Nunca pensamos que el Ejército iba a subir hasta allá. Qué íbamos a esperar a que nos den plomo. No sé si quiero volver", sostiene Clemencia, madre de 10 hijos. Otras piden soluciones: "Yo misma arranco mis matas de coca si el Gobierno me asegura de qué voy a vivir después".

Frente a la Alcaldía, Óscar Castillo saca de un bolsillo algunos casquillos de munición que alcanzó a recoger y otros de mortero, como únicos testigos de su miedo. Lo perdió todo el primero de abril en los fuertes combates en la vereda Pulbusa, donde hay mayor presencia guerrillera y hasta donde ha llegado la Armada.

En el hospital del pueblo se han incrementado las consultas. Mientras que un día atendían a 90 pacientes, hoy pasan a 130. Álvaro Sánchez, su director, sostiene que han alcanzado las medicinas, pero solo han podido llegar hasta los tres albergues que hay en la zona rural del municipio.

El médico cuenta que de los siete centros médicos que hay en el municipio, cuatro están en zona de conflicto y, hace pocos días, el médico que estaba de Pulbusa debió irse.

Entre los desplazados se han presentado, cada vez más, casos de diarrea y enfermedades respiratorias.

Una funcionaria del hospital pidió ayuda para que enviaran cepillos de dientes, debido a que, en general, la población ha llegado con fuertes infecciones en la boca que, si no se tratan, pueden llegar a ser mortales.

"Si en la carrera han dejado a niños botados en sus veredas, cómo se van a acordar del cepillo de dientes", cuenta.

En los cinco albergues, las mujeres cocinan con carbón y en el piso. En los cuartos no alcanzan las colchonetas y a muchos niños les toca dormir sobre plástico o sobre el piso.

En uno de estos, en la antigua sede de la Armada, unos 75 habitantes de la vereda Tribiño viven hacinados.

En estos albergues se encuentran hasta los fieles de una iglesia evangélica de Pulbusa, que, cuando vieron a la Fuerza Pública y escucharon los disparos, corrieron por el monte hasta un caserío seguro. "Salimos con 87 niños y 49 adultos. A mi esposa le temblaban las piernas. Tanto que nos tocó llevarla cargada", dice el pastor Heiner Urrea.

A pesar de las más de 30 toneladas de alimento que ha dispuesto el Gobierno para los desplazados y a la ayuda de ONG, muchos se quejan de que la comida no alcanza y de que no tienen para comprar medicinas. Son tantas las necesidad que unas 60 personas llegan cada día a la parroquia del pueblo a pedir ayuda.

Del plátano al cultivo de coca

Desde hace un poco más de un lustro, El Charco se convirtió en uno de los principales productores de coca de Nariño. El 60 por ciento del municipio tiene cultivos ilícitos (más de 17.000 hectáreas), según autoridades locales.

Como consecuencia de las fuertes operaciones de la Fuerza Pública en Putumayo y Caquetá contra las Farc, los cultivos se han desplazado hacia el Pacífico. Es por eso que los campesinos cambiaron los cultivos de yuca y plátano por el de la coca.

Su economía también comenzó a moverse al son de este cultivo. Esto fue favorecido por la cercanía al río Tapaje, utilizado como ruta de los narcotraficantes al mar.

El Gobierno ha fumigado Nariño desde el 2003. Según el gobernador Eduardo Zúñiga, se han asperjado unas 180.000 hectáreas de cultivos, pero estos "no han disminuido". El alcalde de El Charco, Víctor Candelo, dijo que las fumigaciones acabaron con la economía. "Los pobladores están decididos a erradicar siempre y cuando haya alternativas", afirmó.

Así ven el problema

Coronel Héctor Pachón, Comandante de la Brigada Fluvial No. II:
"Los combates han cesado y la Infantería se posicionó en el área. Se han recuperado varias veredas. Durante la próxima semana, los pobladores podrán regresar".

Eduardo Zúñiga Erazo, Gobernador de Nariño: "La situación es bastante complicada. Sin embargo, lo más importante es que las comunidades quieren dejar de cultivar coca en El Charco".

Víctor Candelo, Alcalde de El Charco: "El momento es difícil, debido a que las personas que regresaron se desplazaron de nuevo. Le pido al Gobierno programas de desarrollo para el municipio".

ANDRÉS GARIBELLO
Enviado especial de EL TIEMPO
El Charco (Nariño)


Publicado en El Tiempo/www.eltiempo.com

0 Comments:

Post a Comment

<< Home