colombiainedita

Monday, December 04, 2006

Tras las rejas
Qué hay detrás del imtempestivo traslado de los jefes paramilitares a la carcél de Itagüí
El jueves en la noche, las fuerzas especiales de la séptima división del Ejército rodearon el sitio de reclusión de La Ceja, Antioquia, donde se encontraban detenidos los 59 principales jefes de las autodefensas. En la mañana del viernes el despliegue militar fue mayor. Dos helicópteros artillados sobrevolaron el sitio durante todo el día, y una caravana de tanquetas y carros del Ejército, la Policía y el Inpec se instalaron en la entrada. Hacia el medio día los paramilitares supieron que la orden del presidente Álvaro Uribe era trasladarlos a una prisión de máxima seguridad. Resultó inútil que opusieran resistencia y exigieran una reunión urgente con el Alto Comisionado o con el Ministro del Interior. La orden era sacarlos de allí a las buenas o a las malas. "Duramos varias horas en un salón de reuniones esperando a alguien del gobierno. Al final, el general Morales del Inpec y el general Carrillo de la Policía dijeron que nos sacarían de allí con gases lacrimógenos o a golpes si era necesario", le dijo a SEMANA Salvatore Mancuso. Pasadas la 5 de la tarde, los paramilitares entendieron que el gobierno no daría su brazo a torcer y salieron rumbo a la cárcel de Itagüí. Así se le puso punto final a la que pudo ser una segunda Catedral, la lujosa prisión que Pablo Escobar manejó a su antojo. Mientras el país creía que se había sometido a la justicia, era la justicia la que se había sometido a él.

El temor de que La Ceja se terminara convirtiendo en otra Catedral lo expresó el Presidente el mismo jueves. En una ceremonia militar se refirió al asesinato de los hombres de confianza de 'Jorge 40' y de 'Don Berna', ocurridos en los últimos 15 días, y anunció que si esos crímenes se ordenaron desde La Ceja, "yo asumiré la responsabilidad de enviar una carta a la justicia, diciendo que esa persona ha perdido su condición de elegible en el proceso de paz... y asumiré la responsabilidad de levantar la suspensión de extradición".

La advertencia de Uribe tiene origen en la racha de asesinatos que están ocurriendo tanto en Medellín como el Valle y la Costa, y que tienen todas las características de retaliaciones entre grupos de narcotraficantes.

El jueves en la noche se dio inicio a un impresionante operativo militar que culminó en el trasteo de los jefes paras Hace apenas dos semanas, los medios visitaron La Ceja. Todo parecía trabajo y humildad. ‘Jorge 40’ echando pala y ‘Monoleche’ , metro en mano, aprendiendo carpintería. Por dentro, una tormenta se incubaba Dos helicópteros sobrevolaron todo el viernes el centro de reclusión de La Ceja. La contundencia del operativo doblegó a los paras que se negaban al traslado. Finalmente se montaron en los furgones. A la derecha, ‘Diego Vecino’ se nota tranquilo ‘Omega’, ‘Daniel’ y Upegui son algunos de los hombres cercanos a los jefes de las autodefensas que han sido asesinados. Aunque algunos de ellos digan que han muerto en casos aislados, para las autoridades es claro que se trata de ‘vendettas’ y ajustes de cuentas por narcotráfico Pero si el sorpresivo traslado de los jefes paramilitares sorprendió a mucha gente que pensaba que La Ceja era una cárcel verdadera, la confusión fue mayor cuando el ministro del Interior, Carlos Holguín, dijo que la drástica medida se había tomado porque había informes sobre una posible fuga de uno o más jefes paras. Informes que provenían del DAS, órgano de inteligencia de la Presidencia. Sin embargo, no todo es lo que parece. Teniendo en cuenta los crímenes atroces que han cometido los jefes paramilitares, los enemigos que tienen en la calle y las órdenes de extradición que pesan en su contra, la fuga es una posibilidad muy remota. ¿Qué hay entonces en el fondo de todo esto? ¿Por qué tomó el gobierno esta decisión?

La primera impresión que tuvieron muchos colombianos cuando vieron a los jefes paramilitares salir de La Ceja hacia una cárcel de máxima seguridad era que el gobierno estaba aislándolos para que no hablen sobre sus vínculos con los políticos. Sin embargo, hay muchas más razones para creer que lo que hay en el fondo de todo es un reacomodamiento del narcotráfico que tiene al rojo vivo las vendettas entre las diferentes facciones y jefes paramilitares.

Para nadie es un secreto que los hombres que han mostrado las cámaras de televisión echando pala en el jardín, construyendo muebles de madera, o barriendo los corredores de sus habitaciones en La Ceja, no son los estrategas que, vestidos en camuflado, diseñaban tácticas para combatir a la guerrilla. 'Macaco', 'Don Berna', 'Jorge 40', Mancuso y casi todos los demás, son hoy verdaderos capos del narcotráfico que encontraron en el proceso de paz un camino para presentarse como líderes políticos y militares.

Pero en el camino se han encontrado con dos dificultades enormes. Mientras ellos estaban en La Ceja, afuera el negocio de la droga estaba ardiendo. La ambición se apoderó de muchos de los mandos medios que han aprovechado la coyuntura para quedarse con las rutas, el poder y el dinero. El mundo de la mafia, al fin y al cabo, es de traición y lealtades efímeras. Basta con recordar que en febrero fue asesinado Gustavo Upeguí, el hombre fuerte de Envigado, al que siempre se le asoció con 'Don Berna'. A las autoridades no les queda duda de que lo mataron sus amigos, pues lo hicieron en su propia casa, sin que opusiera resistencia. En su momento muchos le atribuyeron el crimen a 'Daniel', la mano derecha de 'Don Berna', quien desde la semana pasada está desaparecido, y, según el Presidente, seguramente muerto. O el caso de Jefferson Martínez, 'Omega', verdadera mano derecha de 'Jorge 40', asesinado el 17 de noviembre en Copacabana, después de salir de una riña de gallos. Su cuerpo fue encontrado en el baúl de un automóvil, con señales de tortura y asfixiado.

Pero si las purgas internas han dejado ya una estela de muertos, otra cantidad de mandos medios, de relativa importancia, han caído en ajustes de cuentas que se les atribuyen a los jefes paramilitares. Las tensiones entre ellos son permanentes. Tanto, que cada uno de ellos ha expresado en diversos momentos temor por sus vidas. "Allá vivían rezando de miedo porque creían que los iban a matar, pero afuera la información era que las órdenes de matar salían de La Ceja", dijo un funcionario del gobierno. Y es que mientras los jefes se esforzaban por tomarse la foto juntos, afuera se vivía una guerra a muerte.

Primero mataron a 'J', el hombre de confianza de 'Macaco'. El sicario que le disparó resultó ser un desmovilizado del Bloque Vencedores de Arauca. Después, a 'Capulina', uno de los hombres más cercanos a 'Jorge 40' en la Costa y que pudo morir (según el computador hallado en la Costa) en disputas con 'Diego Vecino'. O el caso de 'Pispi', hombre leal a 'Don Berna', que fue asesinado supuestamente por la gente de 'Macaco'. Ahora la desaparición de 'Daniel', no se sabe a quién de los anteriores se le atribuye. El caso es que mientras los jefes paramilitares están unificados para la política, en los negocios ilegales la competencia es a otro precio. 'Macaco' y 'Jorge 40' tienen una rivalidad eterna. Mancuso y 'El Alemán' ya se enfrentaron una vez en la propia cárcel de La Ceja. 'Diego Vecino' y 'Jorge 40' se disputan el territorio y las rutas del narcotráfico del desaparecido 'Cadena'. Y todos parecen estar compitiendo por quedarse con los negocios de 'Don Berna', que desde hace más de un año está recluido en la cárcel de Itagüí, lo que sin duda ha menguado su poder, y al que todos ven como el más seguro candidato a la extradición.

Algunos organismos de inteligencia creen que detrás de todo esto hay una reedición de la enconada pelea entre dos viejos enemigos. Carteles de Antioquia y del norte del Valle, disputándose el control de un negocio que, por cuenta del proceso de paz con las autodefensas, está sufriendo una metamorfosis.

¿Cómo pudo pasar todo esto mientras estaban en La Ceja? ¿Acaso el gobierno no tenía la sartén por el mango?

No es tan sencillo. Para empezar, la mayoría de ellos no estaban detenidos, porque ni siquiera tienen orden de capturas vigentes, como en el caso del jefe paramilitar 'Macaco'. Legalmente, el gobierno no podía forzarlos a permanecer allí, pero en virtud de los beneficios que ganarán con la Ley de Justicia y Paz, decidieron quedarse. La Ceja era además una cárcel que, si bien no tenía los lujos de La Catedral, sí era suficientemente cómoda y laxa como para olvidar que se trataba de una prisión. Valga decir que desde cuando los jefes paramilitares llegaron allí, no se volvió a conseguir una botella de whisky en los municipios vecinos, pues todas iban a parar a la 'cárcel'. La comida era preparada por sofisticados chefs; tenían teléfonos, Internet, y entraba tanta gente que, según el ministro Holguín, "el último día de visitas entraron 140 personas". ¿Familiares? ¿Testaferros? ¿Sus sicarios? Las autoridades creen que un poco de todo. Por eso el argumento de que se estaba planeando una fuga no convence a nadie. SEMANA consultó con el Inpec, la Policía y la Fiscalía, y ninguno conocía que los paras estuvieran planeando salir de allí.

Todo lo anterior parece insignificante al lado de los informes que constantemente recibía el gobierno de parte de los organismos de seguridad, en el sentido de que las vendettas que se estaban viviendo en las calles tenían origen en La Ceja. Sólo en el último mes han muerto ocho desmovilizados en Medellín. Un número similar se cuenta en Barranquilla y ni qué decir del Valle, donde las muertes de desmovilizados tienen el sello del narcotráfico.

El gobierno sabía de tiempo atrás esta situación. Sin embargo, quería mantener la idea de que en La Ceja los jefes paramilitares llevaban una vida austera y que esperaban con paciencia su turno para hablar ante los tribunales de justicia y paz. Por eso hace dos semanas se organizó un tour periodístico para que los medios nacionales e internacionales registraran la nueva vida, humilde y sencilla, de los hombres más temidos del país.

¿Por qué entonces ahora se le puso fin a La Ceja?

Las vendettas entre los paramilitares no sólo no son nuevas, sino que más bien han sido una constante. El proceso arrancó con el asesinato nada más y nada menos que del máximo líder de las AUC, Carlos Castaño. Siguió la muerte de Miguel Arroyave, otro peso pesado. Del propio Ralito desapareció Rodrigo Mercado Peluffo, 'Cadena', cuyos dos hombres más cercanos también fueron acribillados este año. Ninguno de estos crímenes mereció un pronunciamiento del Presidente y mucho menos pusieron en riesgo la continuación del proceso. ¿Qué fue lo que cambió? Obviamente, el escenario político.

La crisis de la para-política que estalló en las últimas semanas le ha quitado al presidente Uribe mucho margen de maniobra. El hecho de que casi una docena de congresistas de la coalición de gobierno estén siendo investigados por vínculos con los paramilitares, y la idea de que pueden ser más de 20, ha puesto al gobierno en un momento crítico. Uribe siempre ha tenido encima la sombra del paramilitarismo. Sus opositores lo señalan de frente como aliado de éstos, y en la comunidad internacional hay suspicacias en torno a sus afinidades con los grupos de extrema derecha.

Que los congresistas de su bancada resultaran elegidos con votos manchados de sangre es, por decir lo menos, una situación incómoda para el Presidente. Más aun cuando la crisis ya tocó a una figura estrella de su gabinete, la canciller María Consuelo Araújo, cuyos dos hermanos Álvaro y Sergio están en el ojo del huracán por su cercanía con 'Jorge 40'.

Para el gobierno ya es de por sí un duro revés que tanto la Fiscalía como la Procuraduría estén poco a poco confirmando las versiones que existían sobre los vínculos de Jorge Noguera, director del DAS durante el primer gobierno de Uribe, con los paramilitares. No sólo por lo que jurídica y moralmente significa este hecho, sino porque Uribe lo defendió a capa y espada en la televisión, ante millones de colombianos.

En medio de este terremoto político la preocupación de la comunidad internacional, en particular de Estados Unidos, es creciente. El jueves, antes de que el operativo militar se desplegara sobre La Ceja, Uribe se reunió con el embajador William Wood. "En la embajada hay mucha preocupación por la dimensión que está tomando la crisis", le dijo una fuente diplomática a SEMANA. Wood, además, estará esta semana en Washington donde, sin duda, tendrá que explicar qué está pasando en Colombia.

Si a eso se sumaba un escándalo sobre las vendettas que se estaban desatando desde La Ceja, para el gobierno el escenario sería realmente crítico. Por eso Uribe, al trasladar a los jefes paramilitares para Itagüí, no sólo está evitando que ésta se le convirtiera en una nueva Catedral, sino que tranquiliza a Estados Unidos con un gesto de firmeza frente a los paramilitares. Al tiempo que les manda a sus opositores un mensaje de que no tiene acuerdos bajo la mesa con los paramilitares, y de que está deslindado completamente de ellos.

Para los jefes paramilitares, en cambio, la decisión del Presidente busca tender una cortina de humo sobre la crisis política y la verdad que empieza a aflorar. Una fuente del alto gobierno le dijo a SEMANA que los paramilitares amenazaron al Presidente, si no les cumple los compromisos adquiridos en la mesa de Ralito. ¿En qué consiste la amenaza? ¿Es de muerte o de delación?

Curiosamente, el propio comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, recordaba hace pocos días que la prisión de la Isla Gorgona fue creada al final de la violencia del 50 para encerrar allí a los bandidos que, una vez firmada la paz, podrían delatar a los políticos que ordenaron las matanzas en la época. ¿Se busca lo mismo encerrando a los paras en Itagüí? No parece, pues la Ley de Justicia y Paz hace inevitable que se revelen muchos secretos sobre los nexos de la sociedad colombiana con los paramilitares. Lo que sí puede estar buscando el gobierno es menguar el efecto de estas revelaciones en la opinión pública, que finalmente es donde el gobierno se juega su legitimidad.

Con el trasteo de cárcel del viernes, el gobierno envió el mensaje de que estamos frente a un sometimiento a la justicia más que frente a un proceso de paz. Uribe le puso freno a una situación que estaba a punto de salirse de las manos. Pero no es claro si podrá sostenerse en la idea de que los paramilitares se queden en condiciones de máxima seguridad hasta cuando paguen sus penas. Ellos alegan, con razón, que este tipo de prisión no hace parte de los acuerdos. A su vez, el gobierno puede endilgarles sus sospechas de que desde La Ceja habían seguido delinquiendo. Pero si el Presidente tiene evidencias de que los jefes paramilitares siguen en el narcotráfico, y se están matando entre sí por ello, tendría necesariamente que extraditarlos, como lo ha prometido varias veces. Un escenario que parece cada vez más cercano para varios de ellos. No sería extraño que si el gobierno se debilita con la crisis de la para-política, este termine siendo el gesto necesario para tranquilizar a la comunidad internacional.

Tan inminente podría ser este desenlace, que el viernes los jefes paramilitares, temidos señores de la guerra cuyos nombres aún hoy hacen temblar a todos en sus regiones, decidieron aceptar la cárcel de Itagüí y esperar que los hechos se desenvuelvan por sí solos. Como ha sido desde el principio en este proceso.

www.semana.com

0 Comments:

Post a Comment

<< Home