colombiainedita

Wednesday, March 29, 2006

María Jimena Duzán
MARÍA JIMENA DUZÁN
¿CUÁNDO SE PERDIÓ LA PROTESTA CIUDADANA?
Jodidos pero conformes (27 de marzo de 2006)


En Ecuador, la protesta indígena contra el TLC tiene en jaque al presidente Palacios. En Colombia, en cambio, eso sería impensable. Aquí, las protestas hace rato no ponen en aprietos a ningún presidente por la sencilla razón de que en este país se protesta cada vez menos, en contravía de lo que pasa no solo en América Latina sino en el mundo. Los estudiantes en Francia están reeditando un segundo Mayo del 68 y tienen entre los palos a Chirac. En Estados Unidos, en una ciudad bastante esnob como Los Angeles, se están viendo inmensas manifestaciones en contra de un proyecto de ley que pretende endurecer la entrada de inmigrantes a ese país. Pero en Colombia, repito, no se protesta. Ni siquiera por el TLC, que sería, según las encuestas de opinión, lo único que desaprobarían los colombianos de este gobierno "providencial". Pero no solo vamos en contravía, en materia de protesta social, sino que tampoco salimos a las calles a vitorear un partido, un candidato o a conmemorar una fecha histórica.


Lo que sucedió en Argentina hace unos días, por ejemplo, también sería inimaginable en Colombia. Allí, el 24 de marzo pasado, el país entero celebró, en un apoteósico acto, los treinta años de la dictadura militar, la misma que dejó 30 mil desaparecidos. A pesar de que no faltaron los paracaidistas y las consignas panfletarias, fue un acto en honor a la memoria, audaz y valiente, en el que todos los que salieron deploraron ese pasado e instaron a las nuevas generaciones a no olvidar los terribles efectos del terrorismo de Estado. La Plaza de Mayo de Buenos Aires estaba a reventar, llena de abuelos, de padres y de niños.


¿Y por qué un acto de reparación a las víctimas de este calibre también sería impensable en Colombia? Por varias razones. La primera es de orden conceptual. A diferencia de Argentina, donde no hay confusión entre quién es la víctima y quién el victimario, en Colombia existe por parte de algunas voces en el Gobierno la pretensión de hacernos creer que los victimarios son también víctimas a quienes hay que recibir como héroes. La segunda tiene que ver con el hecho de que no tenemos una memoria colectiva y, por lo mismo, somos proclives a olvidar. A no celebrar nada, a no recordar nada ni a reaccionar ante nada. ¿Cuándo fue la última vez que se llenó la Plaza de Bolívar o el Parque Berrío, de Medellín, o la Plaza Caicedo, en Cali?


La Plaza de Bolívar de Bogotá no se llenó ni con la lánguida conmemoración que se hizo por la toma y la retoma del Palacio de Justicia de hace 20 años. Ni con el acto que hace poco se realizó allí mismo, auspiciado por la Alcaldía, para recordar a Íngrid y a los demás secuestrados. Para recordarla llena, tendríamos que devolvernos 17 años, al día del sepelio de Luis Carlos Galán, asesinado por la mafia del narcotráfico. Sin embargo, habría que retroceder aún más en el tiempo, casi 32 años, para recordar que el último político en llenarla fue Alfonso López Michelsen, en el 74, cuando era el candidato liberal. Pero sin duda, habría que devolverse casi 60 años, a la época en que los discursos enardecidos de Gaitán, fielmente descritos por Arturo Alape en su último libro, El cadáver insepulto, llenaban la plaza hasta reventar, para igualar la proeza que hoy hace sin mayor dificultad López Obrador en la Plaza del Zócalo, en Ciudad de México.


¿De quién es la culpa de esta apatía por salir a las calles? No es de Uribe. Ni de Pastrana, ciertamente. Ni de Samper. Ni de... Y, sin embargo, es culpa de todos, hasta de las Farc, del Eln, del Epl. Todas esas guerrillas se tomaron la protesta social en los sesenta y en los setenta. Pero también si el Estado no hubiera sido tan miope y la sociedad menos autista, la creación de la UP no se habría tomado como una afrenta por el Establecimiento; no se habrían armado los narcoparamilitares que se consolidaron luego del exterminio de la UP, y el país habría podido ver el nacimiento de una izquierda democrática que solo ahora empieza a consolidarse.


En algún momento perdimos la protesta ciudadana. Y nos acostumbramos a estar jodidos pero conformes.

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