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Thursday, February 08, 2007

PAZ Fecha: 02/07/2007 -

El lento avance del Estado en San Vicente del Caguán contra la presencia sigilosa de las Farc

Después de haber sido noticia de primera página de todos los periódicos del mundo, el olvido se tomó de nuevo a esta población del Caquetá en donde hubo un intento de reconciliación. SEMANA.COM estuvo en la capital de la antigua zona de distensión. Esto fue lo que encontró.
Por Juliana Bedoya Pérez

San Vicente del Caguán volvió a ser un pueblo olvidado. A su alrededor se observan imponentes sus hermosos árboles gigantes, las iguanas en su quietud bajo el sol canicular y la humedad que se impregna en la ropa. Lo que no se ven son los guerrilleros de las Farc. Pero eso sí, muchas voces dicen que están allí, o detrás de esa colina a unos cuantos kilómetros. Acechantes, a la espera de lanzar el zarpazo.

El paisaje que los colombianos y el mundo conocieron hace unos años está intacto. La gente que trata de llevar una vida normal, la pobreza en cada rincón y la presión angustiante de vivir en la primera línea de fuego, de una guerra que no termina. Atrás quedaron los tiempos en que este municipio era noticia cada día porque era la ‘capital’ de los diálogos entre el gobierno y las Farc. Por aquí caminaron el presidente Andrés Pastrana y el comandante ‘Manuel Marulanda Vélez’.

De aquellos años de distensión sólo queda el recuerdo, algunas casas de citas y, según informes de los servicios de inteligencia, decenas de guerrilleros que guardaron los uniformes y que han logrado mimetizarse entre la población. Para el alcalde de San Vicente del Caguán, Edwin Alberto Valdés, la explicación es sencilla, “una convivencia de más de tres años de la guerrilla con la comunidad lamentablemente ha dejado a los milicianos”.

Del proceso de paz también quedan varios barrios de invasión. Uno de estos es Ciudad Bolívar, que nació el 7 de mayo de 1999, cuatro meses después del comienzo de los diálogos. El barrio queda a las afueras del municipio, acercando más el recorrido entre el aeropuerto de San Vicente y el casco urbano. Allí habitan 1.050 familias en ranchos de madera, latas y tejas. Un panorama bastante similar al de otros Ciudad Bolívar colombianos.

Este barrio fue impulsado por las propias Farc. Pese a la inmensidad de San Vicente –de hecho es uno de los municipios más grandes de Colombia– los guerrilleros levantaron las casuchas en las laderas de las montañas. Una situación insólita pues tenían terreno llano para hacerlo y no exponer a las gentes a un riesgo grande cuando se presentaran lluvias e inundaciones. “Las Farc lo hicieron así porque sentían que la gente estaba más jodida y así iba a alimentar más su odio de clase. Esa era su manera de pensar”, le dijo en su momento a SEMANA uno de los pobladores cuando se iniciaron las invasiones.

Precisamente, hasta allí llegó este martes una representación del gobierno nacional, encabezada por la ministra de Educación, Cecilia María Vélez White. Su misión era inaugurar, entre otras obras, el colegio Dante Allighieri en Ciudad Bolívar. Este colegio fue construido con el apoyo del programa de infraestructura de Acción Social y ampliará la cobertura educativa a 400 niños más del municipio. El hecho es importante porque inaugurar un colegio de por sí es símbolo de civilización. Sin embargo, la presencia del Estado es lenta, aislada y poco frecuente, según afirman sus pobladores.

En la comitiva también iban los altos mandos militares; congresistas; el ministro consejero de la Presidencia, Óscar Iván Zuluaga; y el gobernador de Caquetá, Juan Carlos Claros. Todos ellos recorrieron el municipio y participaron en la inauguración de otras obras como la Unidad de Atención Básica del Hospital San Rafael, la nueva biblioteca y el Centro social y cultural del municipio.

Si bien todas estas obras de infraestructura recuperan la confianza de la gente y reafirman la presencia gubernamental, también es cierto que la presencia de las Farc en el municipio y sus alrededores continúa. Sólo en lo que va corrido del año, las Farc asesinaron a Gloria Polanía, concejal del municipio, y se ensañaron con la multinacional Nestlé, que compra unos 100.000 litros de leche diaria a los ganaderos.

La leche, el nuevo objetivo

La situación es grave. Según Valdés, “si la leche, el queso y la carne se comercializan bien, la situación en la región está tranquila; cuando hay problemas con algún producto quiere decir que algo malo está pasando”.

Y así es, la voladura de dos tanques de almacenamiento de leche de Nestlé en Doncello y San Vicente del Caguán y la quema de un carrotanque en una de las vías del Caquetá, terminan afectando a los 900 ganaderos que sólo en San Vicente venden su producción diaria a la multinacional.

“Las pérdidas para la región van a ser muy altas. Si nadie nos compra la leche, nosotros igual tenemos que ordeñar nuestras vacas, si no se enferman. No podemos seguir cuajando toda la leche porque no tenemos las mismas ganancias”, comentaba un ganadero, “muchas veces uno no tiene con qué desayunar al otro día, pero sabe que el cheque de Nestlé va a llegar, ahora ni siquiera tenemos esa posibilidad”, continuaba.

El ataque a las plantas de Nestlé no es gratuito. Según los altos mandos militares, la idea de la guerrilla es sacar a la multinacional para crear una cooperativa lechera de las Farc y que esta maneje la producción. Todo apunta a que los subversivos se están quedando sin fuentes de financiamiento y ahora tendrán que recurrir, no sólo a las ya comunes vacunas sino a controlar los productos.

Como sea, lo que más preocupa a las autoridades y a los ganaderos es que la falta de ingresos obligue a los campesinos a sembrar más coca. Un círculo que termina en beneficios económicos para las Farc y en más violencia y pobreza para la región.

La encrucijada

A pesar de todo, la situación era normal. Eso sí, en cada esquina había tres soldados, el centro tenía tráfico restringido y a lo lejos se podían ver los tanques del Ejército en las partes altas del pueblo. El comercio funcionaba como cualquier martes de un febrero seco y caluroso.

Al medio día, cuando los niños regresaban a sus casas del colegio, los invitados llegaron a la biblioteca que donó la embajada de Estados Unidos y que por estos días le sirve al alcalde como sede. La alcaldía fue volada el 27 de mayo de 2003. La guerrilla puso una bomba en el sistema de alcantarillado justo debajo de la construcción. Con esta también desapareció la estación de Policía y algunas casas circundantes.

Desde la parte alta de la nueva sede, todavía en construcción, vigilaban soldados armados hasta los dientes, disimulados entre las ventanas sin vidrios. Abajo seguía el evento con las personalidades que llegaron desde Bogotá.

“Nosotros estamos aquí con toda esta gente, muy protegidos, pero le aseguró que hay más de un guerrillero infiltrado. Eso es sólo observar bien y uno se da cuenta de quiénes son”, decía en voz baja uno de los asistentes al evento, mientras la banda municipal tocaba.

Son precisamente estos milicianos los que se encargan de cobrar las vacunas y de extorsionar a los comerciantes y a los ganaderos. “Todos saben quiénes son, incluso el Ejército, pero no entiendo por qué no hacen nada. De pronto son operaciones de inteligencia”, afirmaba un habitante del pueblo.

El evento oficial se convirtió además en la oportunidad para que los sanvicentunos, acostumbrados a la soledad estatal en medio de estas inmensas llanuras pudieran exponer su situación a los miembros del gobierno. Por eso los líderes la aprovecharon cada al máximo, no dejaron solos a los representantes del gobierno ni un solo minuto. En últimas, la visita sólo duraba unas horas y de nuevo la selva los separaría de Bogotá. Los reclamos tenían varias voces pero todos apuntaban a lo mismo: lo que se ha hecho es muy bueno, pero sigue siendo poco. Es natural: han sido décadas y décadas de abandono estatal.

Ahora que se vienen las elecciones locales el ambiente ya está enrarecido. Se oyen rumores de un candidato para la alcaldía que es ficha de las Farc, también se oye que viene un paro armado en las próximas semanas. En San Vicente del Caguán muchos aún suelen irse a dormir temprano, no hablar de más y pagar cumplidamente. La situación, dice el Ejército, está controlada, pero hay que evitarse problemas, aclaran los pobladores.

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