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Monday, February 26, 2007

Antiguos cultivadores de coca y amapola venden ahora nuevos productos en la Tienda Café de la Paz

Febrero 25 de 2007 -
Antiguos cultivadores de coca y amapola venden ahora nuevos productos en la Tienda Café de la Paz

El sitio se ha convertido en una vitrina para productos agroindustriales y artesanías que fabrican unas 45 asociaciones de indígenas y campesinos que antes se dedicaban a cultivos de uso ilícito.

La Tienda Café de la Paz funciona en el primer piso de un edificio con antecedentes poco gratos: era propiedad de 'Don Efra', un narcotraficante del norte del Valle, asesinado en 1996.

El gobierno colombiano incautó la edificación y después de un proceso de extinción de dominio la puso al servicio de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.


El café que Luis Ijaji, un campesino de 70 años, cosecha en las montañas del Cauca, forma parte de los productos que se exhiben en una tienda que abrió silenciosamente sus puertas hace cinco meses en un elegante sector de Bogotá.


Otro de esos productos es café Cosurca, que promueve tres tipos de calidad: excelso, orgánico y tradicional.


Cosurca está conformado por 13 organizaciones campesinas de nueve municipios del Macizo Colombiano, en el sur del departamento del Cauca.


Uno de los 1.352 caficultores asociados a Cosurca es Luis Ijaji, quien tiene una parcela de tres hectáreas en el corregimiento San Miguel, en el municipio de La Vega, a unas dos horas de Popayán.

Junto al café de Cosurca, la Tienda Café de la Paz también exhibe en sus estantes de madera los frascos de palmitos enviados por ex cultivadores de coca del Putumayo.

Eliana Arenas, propietaria de Amakuro, la empresa que ganó la licitación para administrar la tienda, explica que los palmitos son procesados y empacados por Agroamazonía, una empresa que les compra la producción de palma tierna de chontaduro a más de trescientas familias que suscribieron convenios para erradicar sus cultivos ilícitos.

Aunque en este lugar los visitantes pueden comprar un kilo de café, un collar de semillas o un frasco de conservas, el objetivo de la tienda es servir de vitrina ante empresas internacionales interesadas en importar estos productos.

Por esa razón, la Tienda Café de la Paz fue ubicada en un lugar estratégico, en calle 102 con 17, en el norte de Bogotá.

Su ambiente también está diseñado para acoger a ejecutivos que laboran en las empresas cercanas y a funcionarios de alto nivel que visitan esta sede de las Naciones Unidas.

El lugar tiene tres ambientes. En el primero de ellos se encuentran las muestras de los producto, organizados por regiones.

En el estante de la región andina, por ejemplo, se encuentra panela de sabores, fabricada en Santander; frutas en conserva y carne de conejo del oriente de Antioquia y vinagres y salsas de Albán, Cundinamarca.

También hay un estante dedicado al Amazonas. Aquí exhibe sus productos Amakuro que, además de administrar el lugar, procesa mermeladas, salsas picantes y agridulces con frutas amazónicas como la cocona y el copoazu. Estas son cultivadas por 40 familias de Curillo, Valparaíso y San Vicente del Caguán.

También existen estantes para la zona Caribe, donde se encuentra el café de la Sierra Nevada de Santa Marta y del Pacífico, en el que resaltan los condimentos Tana, producidos por un grupo de mujeres cabeza de familia del Chocó.

En este espacio también se encuentran artesanías en Tagua, lana y cuero de comunidades desplazadas por la violencia.

El segundo ambiente está conformado por un café, en el que también se venden almuerzos ejecutivos.

Y más allá, en el fondo de la estancia, existe una especie de sala amoblada con sillones amplios, decorada con fotografías de aspectos rurales.

Los campesinos desplazados, mujeres cabeza de familia y ex cocaleros envían sus productos a este lugar en consignación, explica Eliana Arenas.

El 25 de cada mes, la tienda hace un corte de cuentas y les consignan el dinero de las ventas a grupos de campesinos, como los socios de Cosurca.

Pero, según explica Eliana Arenas, las ventas al detal no son suficientes para sacar adelante este experimento.

Por esa razón, le apuntan a conquistar a empresarios y organizaciones no gubernamentales de otros países que puedan comprar volúmenes suficientes para garantizar unos ingresos dignos para los productores.

JOSÉ NAVIA
EDITOR DE REPORTAJES
www.eltiempo.com

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